En las próximas semanas verán que algunas entradas se repiten, no es así. Ya les dije que me inscribí en un curso de redacción. Así que estaré subiendo los días sábados el texto que envío de tarea y los días miércoles el mismo texto pero corregido. De este modo, empezamos con la corrección del texto anterior.
La principal pasión de mi vida
Alejandro Diep Montiel
Aún recuerdo la primera vez que hice un programa para computadora. Fue en la preparatoria cuando, en clase de cómputo, después que escribí unas líneas de código, aparecieron unas letras blancas sobre fondo negro que pedían dos cifras y realizar una operación, suma, resta, multiplicación o división. Esas eran las únicas cuatro opciones que mostraba el monitor.
Al programar esa calculadora tan básica, me di cuenta de qué deseaba hacer el resto de mi vida: decirle a una máquina lo que yo quería que hiciera.
Hace 17 años sucedió eso. Ni siquiera tenía computadora: en aquel entonces, era un lujo que no podía darse una familia monoparental, de clase media y en un pueblo. Para hacer la tarea, debía ir a la casa de unos amigos con mi caja de diskettes y tardarme solo una o dos horas.
Se me facilitaba programar y era de los mejores en la clase. Pronto comencé a sacar provecho de esto. Hacía la tarea de mis compañeros a cambio de una Coca-Cola, una bolsa de Sabritas o una cajetilla de cigarros. Luego, mi fama se esparció entre otros salones. Aún recuerdo cuando un amigo de mi primo llegó a la casa y me dijo: “Vengo a pedirte ayuda”. Él era del cuadro de honor de la escuela, y a mí… A mí nunca me habían importado las calificaciones. Entonces lo comprendí: hacer programas de cómputo iba a ser la principal pasión de mi vida.