Johnny bravo toma su recibo, lo rompe, lo arroja al bote de basura y sale pasando a mi lado. Me paro frente al cajero y en vez de la típica pantalla de bienvenida, el cajero pregunta «¿Desea realizar otra transacción?, Si, No». Sentimientos de duda embargaron mi ser. Sólo por curiosidad le dí en «SI», efectivamente, la tarjeta aún seguía dentro del cajero y la sesión estaba abierta, podía sacarle dinero si es que tenía algo.
Todo un mundo de posibilidades vinieron a mi mente, «¿reviso su saldo?», «¿podré sacar dinero?», «¿y si regresa johnny?», «¿y si no?», «¿Azúcar normal o canderel?».
Al final, la moral y las buenas costumbres vencieron en esta batalla y lo único que mi tembloroso cuerpo pudo realizar fue presionar el botón de cancelar y tomar la tarjeta, dar unos pasos a la puerta por si es que aún se encontraba por ahí el tipo que la dejó olvidada, sin embargo ya se había esfumado, al igual que las posibilidades de obtener un dinero extra libre de impuestos.
Con la adrenalina aún en mi cuerpo, saqué el dinero que necesitaba (porsupuesto que de mi tarjeta) y regresé a casa.
Todavía despierto en las noches con el cuerpo sudoroso y con la duda carcomiéndome las entrañas, ¿podría haberle sacado dinero?, ¿debía haberle sacado dinero?, Johnny podría haber sido un narcotraficante que no se hubiera dado cuenta que le faltaban algunos pesos en su cuenta, y como dicen «ladrón que roba a ladrón», auqnue eso sigue siendo robar. Tal vez nunca sabré responder a esa pregunta.
Murphy dice: No hay nada mas duro que la suavidad de la indiferencia.
Una respuesta a «La insoportable levedad del ser»
pos te lu hubieras chingado pinche diep
La neta el pendejo fue ese guey por dejar su tarjeta, en q pinche cerebro cabe dejar la tarjeta de credito (o debito) ahi nomas???
pero bueno, ya con eso salvaste tu alma jejejej si es q aun tenias