Tal vez algún día complete la frase y la publique, igual y el siguiente año. Y es que eso soy y eso me define:
Alguien con mucha suerte …
Varias anécdotas al respecto en las que prometo ser breve, claro que también advierto que no estoy acostumbrado a cumplir mis promesas.
La primera de ellas fue en unas vacaciones familiares en el paradisiaco puerto turístico de Acapulco. Saliendo del hotel, mientras caminabamos a la playa más cercana, a la orilla de la banqueta me encontré un billete de 200 pesos. De esos 200 pesos que todavía no estaban devaluados y no cualquiera tiraría por que sí. Claro que esa tarde yo invité la comida.
Y como esas han sido varias monedas, aretes, cadenas, etc. Podría ser por lo que un profesor decía que yo caminaba como tacaño, mirando siempre al suelo.
La otra anécdota es de cuando era apenas un chamaco como de 4 ó 5 años. Vivíamos en aquel entonces, mi madre y yo, en casa de los abuelos en el primer cuadro del centro del pueblo. Como ahí no había donde estacionar el carro, Caty (mi madre) lo llevaba a un terreno que tenemos a las afueras del pueblo y donde vive una tía. La cuestión es que en la mañanas Caty me dejaba encargado en casa de esa tía en lo que ella se iba a trabajar y en las tardes iba por mí y dejaba el auto guardado.
Una semana antes de mi cumpleaños Caty y mi abuela platicaban qué iban a hacer para festejarlo, imagino que eran tiempos de crisis, de la madrid todavía era presidente así que lo más seguro es que no había mucho dinero en el país. Total que dijeron que no iba a haber fiesta con mole como cada año.
Un par de días después, Caty me llevaba de regreso a casa como cada tarde cuando no sé por qué razón salió en la conversación mi cumple y le dije que mi abuelita ya hasta me había comprado un guajolote para mi fiesta, ella llegando a casa le preguntó a mi abuela y ambas no supieron de qué hablaba.
– Haber dime, cómo que tu abuela ya te compró un guajolote?
– Sí, ya me compró uno, está allá en la casa grande
Y ahi vamos los tres a la casa grande a ver el mentado guajolote. Nada más llegar le preguntaron a mi tía y ella tampoco supo nada, hasta que los llevé al traspatio donde había un gallinero donde antes había pues eso… gallinas.
Y ahí estaba, tremendo animalote, blanco blanco y gordo gordo. Mi tía preguntó con los vecinos de alrededor (que en aquel entonces no pasaban de tres) y nadie le supo dar razón de quién era
– Joder, pues Alejandro ya tiene guajolote para su cumpleaños, a comprar todo lo demás y que haya fiesta.
Murphy dice: ¿Qué sonido se hace al aplaudir con una mano? ¿A qué sabe la lengua? ¿Cómo se ve el propio ojo?